Es increíble la riqueza de ecosistemas que se concentran en un país megadiverso como Venezuela. Uno de los atractivos más apetecibles, sobre todo para quienes provienen de tierras frías, son las variopintas playas caribeñas.
Al noroeste se encuentran las costas de Tucacas, Chichiriviche, Morrocoy… Borracho, Pelón, Sombrero, Sal, Playuela son los nombres de algunos de los islotes y cayos que están cerca de los médanos de Coro: el desierto venezolano. En Morrocoy se puede practicar snorkeling, submarinismo o parapente. Los cayos se pueden visitar en lancha privada o en los coloridos peñeros de los pescadores compartiendo el viaje con otros pasajeros.
Es recomendable no perder la oportunidad de visitar Isla Larga, eso sí, no olvidar llevar repelente contra mosquitos. Allí se puede pernoctar en carpa, para lo que se debe solicitar previo permiso a las autoridades. Dos barcos hundidos que se observan desde sus costas le dan un aire fantástico al paraje de la isla. Ahora estas embarcaciones están repletas de arrecifes visitados por buzos expertos y nóveles.
Más al centro del país está Choroní, uno de los pueblos playeros con más alma y onda en Venezuela (a una hora de Maracay, capital del Estado Aragua). Para llegar hay que cruzar el Parque Henri Pittier. También se puede ir en lancha desde otras playas como Cata y Ocumare de la Costa. El pueblo conserva su arquitectura colonial. Durante años fue uno de los ejes principales de la producción de cacao. Tiene playas nudistas. Hay muchas posadas y casas de alquiler para los viajeros; y en las noches en sus malecones se hacen fiestas de tambores hasta el amanecer que despiertan emociones aún en aquellos que no están acostumbrados a sentirlas.
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